Tan pronto como delineaba la forma de la canción, hacía un esquema de ella en papel, bocetando todos los espacios en donde quería palabras, y comenzaba a completarlos, cantando lo primero que se me venía a la cabeza. Y cada vez que daba con una frase que me gustaba, la escribía en el lugar del esquema donde quedaba mejor.
Gradualmente, obtenía una especie de “documento arqueológico”, hecho de fragmentos en parte indescifrables – y todo lo que restaba hacer era llenar los espacios para reconstruir el significado que tenía cada frase, según lo intuía. “Escritura automática”, por cierto.Brian Eno